Recién llegado a la presidencia del
país asiático, pero con una larga carrera política, Rodrigo Duterte ha dado mucho que hablar en
el último tiempo principalmente por su lucha contra la delincuencia y el
narcotráfico, lo que le trajo severas peleas con líderes internacionales de las
más altas potencias, a las que literalmente ha mandado a la mierda.
Duterte expone una concepción política lindante entre un moderado conservadurismo católico y
la izquierda populista emergente de la socialdemocracia filipina, ha declarado
la guerra total al narcotráfico, ha reimplantado la pena de muerte por
ahorcamiento como venganza contra los criminales y le ha importado muy poco lo
que el lobby internacional pro yanqui a dicho sobre su persona y su gobierno.
Tan
convencido de su tarea se lo ha encontrado a Duterte, que ha ganado la escena
de enemigo público número uno de las potencias occidentales y las ONG lobistas
que supuestamente velan por los DDHH, luego de la partida del legendario líder
sudamericano Hugo Chavez Frias, quien además de ser un firme revolucionario y
soldado patriota de su Nación y su continente, era un experto contestatario que
daba donde más le duele a los enemigos, en el orgullo, ese que es intocable
para ciertas jerarquías.
Cuando Obama, el representante del país más
poderoso del mundo, intentó hacer los mínimos señalamientos respecto a la
política represiva anti-narcotrafico del gobierno filipino, Duterte le dijo
“Callese hijo de puta” (aunque esto fue desmentido a medias por su persona,
nunca fue aclarado y el malestar continuó), también le dijo boludo al jefe de
ONU Ban Ki-moon.
La lista se
alarga puesto que ahora ha mandado a la Unión Europea a la mierda y con seguridad,
a pesar del Brexit, el estiércol le llega hasta los británicos.
Pero el
hecho que más fuerza ha tenido y el que más malestar le ha causado al
establishment internacional, fue su postura acerca de la presencia de las
tropas yanquis en la isla de Mindanao,
respecto a las cuales fue categórico diciendo que “Deben marcharse”.
En 2002 EEUU
desplegó tropas en Filipinas en la mencionada isla, en “colaboración” con el
ejercito del país asiático en su lucha anti-terrorista contra el grupo radical
islámico y separatista Abu Sayyaf; el programa de acción de las fuerzas yanquis
quedó suspendido en 2015 pero sin embargo, las unidades extranjeras siguen
actuando en la isla.
Duterte es
un claro anti-islamista y un luchador empedernido contra la fuerza rebelde Abu
Sayyaf y desde ya entiende que no se puede negociar ni financiar a los
terroristas si se los quiere extirpar.
Además como
lo explica Al Manar, Duterte considera que la presencia de tropas estadounidenses en el archipiélago, le trae problemas para desarrollar relaciones con China de
manera óptima; como el mandatario del país asiático lo desea desde sus inicios
como jefe de Estado.