El presidente de
la República Árabe Siria, volvió a viajar a Rusia, único país al que visitó
desde el estallido de la guerra a principios de 2012.
Dramáticos, duros y penosos momentos vivió Siria ni
bien iniciada la guerra. Los medios de comunicación, luego de que Gadafi sea
paseado por su ciudad natal violado y torturado por mercenarios de Misrata;
abruptamente corrieron sus ojos de Libia, cuando la nación magrebí comenzaba a
desangrarse. La vista de la Comunidad Internacional al son de EEUU junto a la
OTAN y Arabia Saudita; viraron hacia Siria y prepararon el terreno para que la
“primavera” del país baazista, continuadora del proceso de la primavera árabe,
se convierta en un bloque militar violento e intransigente en su negativa para
disponer sobre negociaciones de paz con el gobierno.
Siria, quedó bajo la mirada y la garra imperial, no solo
por la iniciativa de Qatar “el gigante gasífero de la región”, que buscaba maximizar
los beneficios, con la construcción de un inmenso gasoducto, con brazos hacia
Arabia Saudita, Jordania y Turquía; pero el que obligadamente debía pasar por
Siria. El fin era llegar a Europa además de las petromonarquias árabes
nombradas y la nación salafista de zona europea que con puño de hierro
gobierna Erdogan.
Al Assad, aliado de la República Islámica de Irán, a
quien buscaba relegar el proyecto qatarí, por la creciente influencia de Teheran
en la región, no avaló el proyecto. Lo que explicaría el apoyo moral, militar,
económico y político que el autodenominado “Ejercito Libre Sirio” y varias
franquicias de Al Qaeda, recibieron de los países del golfo.
El interés de las monarquías islamistas vuelve a
corresponderse con el de la OTAN como ocurrió en Libia en el 2011 e Irak en
2003. Siria es por aquel entonces, el único país del mundo fuera de las
fronteras sovieticas, en el que la Federación Rusa mantiene una base militar,
este motivo es esencial en la búsqueda y esfuerzos de occidente para dar el
golpe contra Al Assad, lo que se conecta al faraónico proyecto qatarí; y
occidentales e islamistas hacen causa común. De haber triunfado occidente en
este cometido, las fuerzas militares rusas no habrían vuelto a Cam Ranh, en
Vietnam, base militar a la que regresaron en 2016 cuando la guerra en Siria
tomaba rumbo favorable a Damasco y el Kremlin.
La base rusa en Siria, está ubicada en el puerto de la
ciudad de Tartus, distrito del centro
oeste del país árabe, con salida al Mediterráneo; y que data de los 70 en las
épocas de Brezhnev como líder de la Unión Soviética; cuando la grieta entre los
Partidos del Renacimiento Árabe Socialista, de Siria e Irak, se agudizaba y
Damasco, pro soviética, gozaba de la protección de Moscú.
Junto con China, Rusia Vetó en diferentes ocasiones
desde el comienzo de la guerra; resoluciones que EEUU promovió en el Concejo de
Seguridad de la ONU, que buscaban iniciar un ataque militar contundente contra
“el régimen de Al Assad”.
Para ese entonces la famosa oposición moderada se
había convertido en un manantial de terroristas islámicos; estos grupos, cuanto
más radicales, mas apoyo humano de yihadistas musulmanes europeos recibían.
Daesh es fortalecido y avanza en Irak, y de inmediato, con un desmedido apoyo
de occidente y las petromonarquías árabes, comprobado en varias oportunidades
de manera indubitada; el terrorismo rompe la frontera con Siria y desde el
este, gracias a la desestabilización del país en todos los frentes; echa raíces
a lo largo de la nación socialista.
La primavera libia paró de golpe las ambiciones
regionales de Muammar Gadafi, que según Sarkozy ponían en riesgo a la
estabilidad financiera global; terminar con Siria en cambio, significaría
colocar allí un gobierno acorde a occidente, en un lugar estratégico de
conexión marítima de Medio Oriente con Europa y también terrestre a través de
Turquía; además de ser lindante con Israel en los altos del Golan; todo aquello
tenía un condimento más especial aún; terminar con Al Assad, era golpear a
Rusia. Damasco, ayer pro soviético; y hoy pro ruso, fue el “augenblick” –o sea… el momento clave-.
Para que la Rusia postsoviética juegue un papel determinante en el campo de la
política internacional, demarcando un fin de era, que se había iniciado en
Moscú, una vez asumido Gorvachov a la Secretaría General del extinto PCUS.
Rusia, no dio intervención en Yugoslavia, ante la
agresión armada dispuesta por la OTAN en 1999, sobre lo que quedaba de la
nación fundada por Jozip Broz Tito y que en ese momento dirigía Slodoban
Milosevic; cuestión que al Kremlin, la tocaba de cerca; no solo por tratarse
del ataque a un pueblo eslavo como el de Serbia; sino por ser aquella
Yugoslavia, que desmembrada, había sobrevivido a la capitulación de todo el
campo socialista aliado a Moscú; una nueva nación, aliada a la nueva Rusia; que
daba sus primeros pasos, con una palpable consternación por no encontrar rumbo
desde la disolución de la URSS.
Ya con Putin en el Poder, llegarán las cruzadas de
occidente en Afganistan, Irak y Libia; siendo la agresión a Libia la que golpeó
más de cerca a Moscú; un enclave en el norte de África hacia el Mediterraneo y
Europa; que si bien, menos pro soviético que Siria, se encuadró bajo el
paraguas de la URSS durante la guerra fría; manteniendo buenas relaciones con
la Rusia de Putin después. Pero en 2011 Putin no era Presidente de la Federación
y pese a sus pedidos, Medvedev, quien lo había remplazado en la jefatura de
estado; decidió no vetar la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU
que permitía atacar a la Nación africana.
Mucho deja esto para analizar sobre las políticas
militares de la Rusia postcomunista; que a pesar de haber actuado en conflictos
internos como el de Chechenia o externos como el de Transdsniester; hereda de
la URSS además de los arsenales nucleares, el perimetr y las grandes
universidades; la decadencia y desidia ideológica de los últimos dirigentes de
alto rango que tuvo el Partido Comunista de la Unión Soviética; lo que va a
permitir a occidente penetrar en el patio trasero de Moscú; y generar barreras
de misiles antiaéreos y de ataques que no son más que medidas de disuasión
contra la Federación Rusa. Esa política, pintada en las ex repúblicas
soviéticas de revoluciones naranjas, o simplemente revoluciones de colores, o
primaveras; comenzó a traducirse a la vez que Rusia se levantaba del letargo.
Por un lado entonces, la OTAN busca la eliminación de Regímenes pro rusos, u oposiciones
afines al Kremlin, mientras Rusia, aunque cautelosa, avanza sobre su zona de
influencia como quedó demostrado a fines de los 90 y el la primera década del
siglo XXI en Georgia; mas precisamente en Osetia y Abjasia; donde las Fuerzas
Armadas Rusas destinaron sus fuerzas contra las pretensiones territoriales de
Míjail Shaakashvili (presidente de Georgia ahora nacionalizado ucraniano), gran
aliado de EEUU especialmente de Bush.
En Ucrania se activa a los “Europeístas” para que en
el año 2014, en el mes de noviembre a través de revueltas de colores, que se
dieron a conocer como: “Euromaidán”; occidente, basándose en grupos violentos
de militantes fascistas, reivindicadores de Stepan Bandera (nazi ucraniano que
juró que rodarían las cabezas de todos los judíos a los pies de Hitler) que
tomó control de Ucrania; Da un golpe de estado contra el considerado pro ruso
Yanúkovich, quien se ve obligado a dejar el poder.
El Avance de la OTAN hacia Rusia y sus aliados es
patente; Irán de idas y vueltas en su relación con Moscú; es un elemento más y
que fue cobrando cada vez mayor importancia en medio oriente, que encuentra una
coalición en principio casi “de facto”, bien trabajada luego, con el país de
Putin, dispuesto a defender con contundencia política y militar al gobierno
sirio, aliado elemental de la Republica Islámica de Irán.
Dos polos dilucidó la disputa geoestratégica global a
partir del avance ruso, nuevamente uno con base en occidente y el otro, en el
extremo antagónico del planeta. La nostalgia de la URSS, la cultura
multinacional de sus años de existencia; lleva a los rusos y a muchos
dirigentes principales de varias ex republicas soviéticas a crear un nuevo
bloque o una nueva nación con el poderío de la Unión Soviética; localizado como
un proyecto de crear una gran Eurasia.
A la vez, Putin, frente al avance de la OTAN sobre sus
fronteras en Ucrania, hace una jugada maestra donde se vuelve a hacer rusas a
Crimea y Sebastopol; a las que se suman Donbáss, Donetsk y Lugansk que procuran
seguir el mismo camino.
Los pasos de Putin, cuando empezó a tomar distancia de
la propuesta unipolar de Washington, lo llevaron a enfrentamientos diplomáticos
con EEUU y Europa; Obama quien prometió en sus dos campañas presidenciales el
liderazgo mundial de Estados Unidos, fue cacheteado en reiteradas veces por las
acciones políticas y militares de Putin; desde los vetos en el Concejo de
Seguridad de la ONU para salvar a Siria que datan desde el 2012 y se estiran
hasta el 2016; a los exitosos resultados armados rusos en Siria frente a los fracasos
de EEUU; dan cuenta del final de esta historia.
En el final de ella, Al Assad viaja a Sochi para
reunirse con Putin y el comando del estado mayor de las Fuerzas Armadas Rusas;
en un gesto de triunfo; y de agradecimiento por el apoyo que Rusia prestó a
Siria en su cruzada contra el terrorismo Islámico.
Cuando caído el muro y dos años después la URSS, el
mundo se disponía a gozar de una unipolaridad en donde EEUU como el comando
especial de la OTAN tenga el poder global en un puño. Una corriente que se
podría decir nacionalista aunque el verdadero termino a utilizar sería de
defensores de los estados nacionales; se opone a la idea de globalismo
promovida por occidente. El cerco de la OTAN para la contención de Rusia, situado
sobre algunas ex repúblicas soviéticas como Ucrania o Georgia, o sobre ex
miembros del Pacto de Varsovia como Polonia; fracasan estrepitosamente en su
cometido de neutralización del oso ruso; y el globalismo como la fase superior del
imperialismo; es fuertemente golpeado.
El triunfo de Putín en Siria; no significa solamente
una sensible e importante victoria sobre los Estados Unidos (Algo que de tal
manera nadie lograba desde Vietnam); sino que refleja claramente la primera
victoria de los que adhieren a la salvaguarda de los Estados Naciones, sobre los que promocionan
el globalismo financiero de mandato unipolar.
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