Había
momentos, en determinados lugares de aquella infernal locura en la que la OTAN
había convertido a Libia; en los que no solo no se escuchaban estallar las
bombas, ni los disparos del nutrido fuego que entrecruzaban los bandos rivales,
sino que además, los niños salían a jugar a la calle, como siempre lo habían hecho durante 42 años y de manera ininterrumpida.
Para aquel 20 de junio la OTAN ya había tomado drásticas medidas contra Libia; entre ellas
votar dos resoluciones a través del Consejo de Seguridad de la ONU, cuyos
objetivos principales eran: la protección de civiles y… (lean bien) salvaguardar la
integridad institucional de la Yamahiriya Libia. Al momento de aplicar
dichas resoluciones, los aviones europeos de la OTAN junto a los mercenarios
que infiltraban los más retrógrados, fascistas y femicidas reinos árabes; se dedicaron a
realizar una guerra de desgaste que consistió en matar a los civiles
allegados a políticos o militares libios
que mantenían su lealtad a Gadafi, así como también destruir las instituciones
legales del país; y así lograr su verdadero objetivo; eliminar al líder y su
creación organizativa, “la autoridad de la multitud”, y por ende como lo
explican hoy los correos de Hilary Clinton, evitar la política soberanista que
Gadafi proyectaba no solo para Libia, sino para varios países del África.
En ese entonces la política de “guerra de desgaste” de la OTAN ya había sido expandida
por toda Libia, en especial por Trípoli, debido a que la capital había mantenido
un apoyo contundente a su guía. Civiles eran asesinados en nombre de la paz y en el pueblo se instalaba una psicosis terrorífica. Actos dignos de un
manual de enseñanza para la tortura masiva, estaban ocurriendo en el país que
gozaba de los mejores índices humanos del continente.
En el mes
de mayo, dos meses y medio se cumplían de los bombardeos que sin un día de
excepción habían atormentado a los libios, y por los cuales ya miles nunca más
verían la luz del sol; a la OTAN se le había empantanado el supuesto del
objetivo secreto de su misión, aquella “revolución” anti-gadafista que había estallado
en febrero, que para las potencias y las petromonarquías árabes había
significado la perdida real y total del poder de Gadafi, no había sido tal y lo
que inicialmente creían que podían terminar en solo unas pocas semanas, iba
encaminado hacia un final incierto y cada vez más preocupante; por ende,
llegaba la hora de llevar a cabo la política de guerra de desgaste contra la
jerarquía natural del país magrebí, y de la forma màs brutal y siniestra, sin importar que ello implique una
violación a las resoluciones sancionadas en el Cosejo de Seguridad, no ya solamente violaciones públicas y flagrantes como lo habían hecho hasta entonces, sino que de una manera de lo mas vulgar y grosera que se
haya visto
Con informe detallado del lugar en el que se encontraban. La OTAN, el primero de mayo de aquel fatídico 2011 decide golpear de manera brutal a la familia Gadafi, cuando un misil teledirigido mató a una veintena de civiles libios entre ellos uno de sus hijos (Saif Al Arab), y tres de sus nietos. Esa suerte también correría a la decente familia Mustafá, cuya figura de pater era ejercida por un noble educador, respetado y querido por sus vecinos de quienes el periodista de Telesur Rolando Segura extrajo el crudo testimonio; niños y mayores, partidos por el llanto ante la tragedia ilustraban el trabajo del enviado de la cadena latina. Luego de explotar parte de la casa de los Mustafa, con niños adentro, muchos vecinos y primos fueron en su socorro, los drones de la OTAN filmaban en directo las escenas y se transmitían a los comandos que ejecutaban la operación desde fuera de Libia; cuando vieron lo que pasaba en el sitio, lanzaron un segundo ataque, que destruyó totalmente la residencia y logró matar a la familia entera y también a los vecinos que fueron en su socorro.
Con informe detallado del lugar en el que se encontraban. La OTAN, el primero de mayo de aquel fatídico 2011 decide golpear de manera brutal a la familia Gadafi, cuando un misil teledirigido mató a una veintena de civiles libios entre ellos uno de sus hijos (Saif Al Arab), y tres de sus nietos. Esa suerte también correría a la decente familia Mustafá, cuya figura de pater era ejercida por un noble educador, respetado y querido por sus vecinos de quienes el periodista de Telesur Rolando Segura extrajo el crudo testimonio; niños y mayores, partidos por el llanto ante la tragedia ilustraban el trabajo del enviado de la cadena latina. Luego de explotar parte de la casa de los Mustafa, con niños adentro, muchos vecinos y primos fueron en su socorro, los drones de la OTAN filmaban en directo las escenas y se transmitían a los comandos que ejecutaban la operación desde fuera de Libia; cuando vieron lo que pasaba en el sitio, lanzaron un segundo ataque, que destruyó totalmente la residencia y logró matar a la familia entera y también a los vecinos que fueron en su socorro.
Era la hora
de Al Jaweldi Al Hamidi, una muy prominente
figura de la política y el ejercito libio, de las de mayor importancia y
lucidez que tenía aquel grupo de jóvenes oficiales libres, que se le amotinaron
al rey Senusi y llevaron a cabo una incruenta revolución. Unos meses mas tarde, la tragedia alcanzaría a
otra importante figura del régimen; nueva, pero que durante la guerra había
estado en la primera plana de todos los diarios por su coraje y lealtad; Mussa
Ibrahim, a quien la OTAN decidió matarle un hermano; pero dejare esa historia
para otro momento.
Aquella
tarde del 20 de junio del 2011, en Surman, no hay sonidos de guerra, no se
escuchan disparos, algunas mujeres caminan por las veredas, autos pasan por las
esquinas y unos niños gritan sonrientes mientras suben a unas colinas; divertidos y emocionados de
ver a unos payasos; juegan, se divierten, inflan globos, ríen, retoman los
pasillos de la urbe, entran en una casa grande y son conducidos a una
habitación de menores. Juntos, pegan objetos raros en las paredes de la pieza,
la diversión continua y luego, los payasos se van; llega la oración, después la
cena y a la hora de dormir los sensores que junto a los payasos, los
niños engañados habían pegado en la pared de la habitación, se encienden, los misiles de
los aviones de la OTAN reciben el mensaje sensorial y vuelan despiadados hacia la
pieza. Ocho bombas que en total pesan 900 kilos estallan en la residencia. La escena es dominada por el drama y la aberración. Los cuerpos de la
familia quedan desmembrados, la periodista uruguaya Isabel Pisano, va hasta el
lugar y queda en shok, los voluntarios que remueven los escombros extraen
partes de los reventados cuerpos de aquella pobre familia, Abdul, el más chico
de ellos, de tan solo tres años de vida, está decapitado, el dolor es atroz y
para cuando encuentran su cabeza lo que no tiene noción mínima en la capacidad
imaginativa del hombre, se poza frente a sus ojos; el alma y el corazón de los
presentes son acribillados por un dolor indignarte y de lo mas macabro que se
pueda concebir.
La OTAN no
logra dar contra uno de los ideòlogos mas importantes de la revolución libia
del 69, pero logra cumplir su objetivo psicótico; mató a 14 civiles inocentes
entre ellos, una mujer embarazada, cuatro niños y un bebé, por quienes en el
mundo casi nadie lloraría.
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