martes, 26 de enero de 2016

Trabajadores de los DDHH huyen de la Libia de la OTAN!

En el año que se decide sacar a sangre y fuego a Muammar Khadafi del liderazgo nacional del estado libio, la ONU estaba preparando un arduo trabajo para premiar al viejo líder beduino, por su tarea en materia de Derechos Humanos.

Libia para aquel 2011 no solo se presentaba ante el mundo como el país con los mejores índices de desarrollo humano del continente, sino que además su política de DDHH, era infinitamente superior a la de sus vecinos árabes, africanos, musulmanes y en muchos casos, a las de las naciones occidentales.

Ahora Libia, es el calvario, incluso personajes que han instado a la caída de Khadafi, reconocen que la situación caótica mas el impulso que han tomado las organizaciones terroristas, hacen al país magrebí, uno de los lugares más inseguros del mundo.

Faraj Alajeeli, encargado de velar por los Derechos Humanos en País norafricano, luego de la “liberación” de la OTAN, ha decidido huir a Gran Bretaña, porque considera que en la actual Libia, no hay ningún tipo de seguridad para nada ni nadie.

Luego de ser secuestrado por unas treinta horas y a manos de los islamistas tripolitanos, aliados de la proscrita Hermandad Musulmana y cuyos principales mimos vienen de occidente y de la ONU. Faraj decide retirarse definitivamente del país árabe, y dice que ya no hay lugar alguno en el que se pueda hablar de Derechos Humanos en Libia.

Mucho del renombre internacional, ganado por la Libia Socialista, estuvo principalmente a cargo de dos figuras claves de la familia del viejo líder; Saif al Islam y Aisha Khadafi; el primero como cuadro de mayor prominencia entre las altas esferas de la dirigencia Khadafista, que tanto como agente estatal pero también como actor civil a través de su fundación; promovió procesos de paz que culminaron en éxito y pudieron llevarse a cabo en Libia, África y otros países de medio Oriente. Gracias a él, muchos conflictos tribales e interreligiosos, pudieron resolverse sin derramamiento de sangre, también a él se debe el cumplimiento taxativo de las garantías en juicio que hasta las peores calañas del terrorismo podían acceder.

Aisha por su parte, siendo la pata más progresista del “régimen”, envuelta en la defensa de casos judiciales de sujetos acusados legalmente por las potencias, como su patrocinio a Sadam Husein y a Muntazer Al Zaidi (el hombre que le arrojó sus zapatos a bush); también dio claros signos de su lucha por los Derechos Humanos, aunque a ella principalmente se la conoce por su buen trabajo en la ONU como encargada de paz y por su favorecimiento a la participación de la mujer en la vida política de las naciones.

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